Enfermedades vasculares intestinales

¿Qué es?

El intestino delgado y el intestino grueso reciben la sangre de tres troncos arteriales que surgen de la aorta abdominal: el tronco celíaco, que irriga el duodeno (además de otros órganos como el estómago, el hígado o el páncreas), la arteria mesentérica superior, que irriga el yeyuno, el íleo, el colon ascendente y el colon transverso, y la arteria mesentérica inferior, que aporta sangre al colon descendente. Además de estas irrigaciones principales, existe una circulación colateral formada por arterias que conectan la mesentérica superior y la inferior, de manera que forman la llamada arcada de Riolano.

Si en alguna de estas arterias o bien en las venas correspondientes se produce una obstrucción del riego sanguíneo, los intestinos no podrán recibir el aporte de oxígeno necesario para realizar su función, con lo cual habrá alteraciones en el funcionamiento digestivo. El conjunto de estos déficits del riego sanguíneo intestinal son las llamadas enfermedades vasculares intestinales.

¿Cómo se produce?

Dentro de las enfermedades vasculares intestinales se diferencian varios tipos:
  • Isquemia aguda mesentérica oclusiva, en la que se produce una isquemia intestinal aguda de una de las arterias mesentéricas. Es más frecuente que se produzca por una embolia que no por una trombosis, especialmente en pacientes con trombosis cardíacas o lesiones de las válvulas del corazón. Raramente se producen por la toma de anticonceptivos orales, enfermedades hematológicas o por disección aórtica. La falta de irrigación persistente hace que las células empiecen a morir al poco tiempo.
  • Isquemia aguda mesentérica no oclusiva, en la que existe un déficit brusco del riego de las arterias mesentéricas pero no por oclusión de éstas, sino por una falta de llegada de sangre, en general por hipotensión o por un descenso del volumen de sangre en circulación en el organismo. Suele tener lugar en pacientes ancianos con infarto agudo de miocardio, insuficiencia cardíaca, hepática o renal, así como si existe deshidratación, en grandes quemados, tras intervenciones importantes o en casos de sepsis. La falta de riego conlleva la muerte de las células del intestino.
  • Trombosis venosa aguda, en la que se produce un trombo a nivel del sistema venoso intestinal. Suele darse en pacientes con hipertensión portal, sepsis, cáncer, diabetes mellitus, traumatismos o con aumento de la coagulación. Si el sistema venoso colateral no es suficiente el intestino se congestiona y se produce una hemorragia de la pared intestinal.
  •  Colitis isquémica aguda, la enfermedad vascular más frecuente, sobre todo de origen arterioesclerótico, tiene lugar en el colon o intestino grueso, principalmente en el ángulo esplénico y el colon descendente.
  • Isquemia intestinal crónica, producida en el 90% de los casos por arterioesclerosis progresiva de las arterias que irrigan los intestinos. A causa de las conexiones que existen entre las arterias, para que se produzca deben estar ocluidas dos de las tres arterias principales.
Síntomas

La isquemia intestinal aguda, ya sea obstructiva o no, da síntomas de inicio brusco. Aparece un dolor abdominal penetrante, especialmente alrededor del ombligo, que se va haciendo cada vez más intenso. A menudo se acompaña de náuseas y vómitos que en ocasiones puede ser sanguinolentos. Existe una distensión abdominal con una pared rígida y dolorosa al tacto.

En el caso de la trombosis venosa intestinal el inicio de los síntomas suele ser más paulatino y la intensidad del dolor es variable. Se producen también náuseas y vómitos, así como alteraciones en el hábito intestinal, ya sea estreñimiento o diarrea. Puede darse sangrado digestivo, ya sea hematemesis o hematoquecia. Suele acompañarse de fiebre y a largo plazo producir irritación peritoneal.

La colitis isquémica suele presentarse en mayores de 60 años de edad y producir distensión abdominal, dolo intenso, tenesmo, diarreas con sangre y fiebre. En casos severos puede producirse una estenosis de algún segmento del colon, con el consiguiente riesgo de obstrucción intestinal.

Los síntomas de la isquemia intestinal crónica son más solapados, ya que la oclusión se va produciendo lentamente y no aparecen hasta que no se ocluyen dos de los tres grandes vasos intestinales. Da un dolor característico a los 15-30 minutos de haber comido, que va aumentando y cede al cabo de 2-3 horas. El dolor suele darse en la mitad superior del abdomen, se irradia hacia la espalda y mejora al inclinarse hacia delante. Se acompaña de náuseas, vómitos, diarrea y meteorismo. El dolor tras la ingesta hace que los pacientes coman poco por miedo a padecerlo y se vayan desnutriendo.

Enfermedades por aparatos. Aparato digestivo. Enfermedades vasculares intestinales

Diagnóstico

La isquemia intestinal aguda, sea arterial o venosa, debe sospecharse en todo paciente con dolor abdominal de inicio brusco, severo, acompañado de nauseas, vómitos y diarrea, con hemorragia digestiva alta o baja y factores de riesgo vasculares (hipertensión, diabetes, hipercolesterolemia, antecedentes de episódicos isquémicos en otros territorios).

En la analítica de sangre se apreciarán signos inflamatorios inespecíficos, así como una elevación de los glóbulos blancos, la lactatodeshidrogenasa (LDH), el hematocrito y la hemoglobina (estos dos últimos por concentración de la sangre por la pérdida de líquido).

En la radiografía abdominal se pueden apreciar asas de intestino delgado o grueso distendidas y con niveles hidroaéreos, al acumularse el aire en las zonas elevadas de los intestinos tras pararse el tránsito intestinal.

La arteriografía mesentérica es la prueba que permitirá valorar a ciencia cierta la oclusión arterial, así como en el caso de la trombosis venosa. Cabe decir, sin embargo, que en el caso de la trombosis venosa la tomografía axial computadorizada (TAC) es la prueba de elección, pues permite ver el trombo a nivel de la vena mesentérica.

En el caso de la colitis isquémica la fibrocolonoscopia es la prueba de elección, pues permite apreciar unos nódulos violáceos característicos en la mucosa intestinal. En este caso la arteriografía no aporta gran información, lo cual sugiere que esta patología se debe a afectación de vasos más pequeños y no de las arterias principales.

Tratamiento

El tratamiento en todos los casos, independientemente de la causa, pasará por asegurar el aporte de líquidos al organismo y la correcta función cardiovascular así como por cubrir con antibióticos las más que probables complicaciones infecciosas. Asimismo, se iniciará tratamiento anticoagulante con heparina.

Durante la realización de la arteriografía mesentérica y en caso de afectación arterial se pueden administrar vasodilatadores para corregir el riego sanguíneo y romper el émbolo o el trombo si se puede.

En caso de afectación intestinal severa y larga evolución, se realizará una intervención quirúrgica exploradora para valorar las zonas afectadas, resecar aquellas partes de intestino que estén muy dañadas y realizar una derivación arterial sorteando la zona afectada.

Con respecto a la isquemia intestinal crónica, el único tratamiento definitivo es la derivación de los troncos afectados mediante un bypass.

Medidas preventivas

Todas las medidas dirigidas a reducir el riesgo de trombosis vascular reducirán el riesgo de padecer una enfermedad vascular intestinal: realizar ejercicio físico de forma regular, mantener una dieta equilibrada y sana, reducir el consumo de sal y grasas animales y abandonar el hábito tabáquico.

Enfermedad del higado (Hepatitis)

Definición

Inflamación aguda o subaguda del hígado causada por el virus A de la hepatitis.

El virus de la hepatitis A es uno de los seis virus principales responsables de hepatitis perteneciente al grupo de virus que se denominan con las ocho primeras letras del alfabeto (de la A a la H). Se trata de un grupo de virus que tienen especial afinidad por el hepatocito o célula del hígado, en el interior de la cual se multiplican. Su presencia en el interior de la célula hepática da lugar a diferentes procesos de tipo inflamatorio que en su conjunto provocarán una inflamación general del hígado y una alteración de su función normal.

Cómo se produce la enfermedad

El virus de la hepatitis A se encuentra en las heces de animales o personas contaminados por este virus, el hombre se infecta cuando entra en contacto con heces contaminadas o con aguas o utensilios contaminados por estas heces.

La hepatitis A es una enfermedad típica del viajero que viaja a países subdesarrollados.

Las principales vías de contagio de la infección del virus de la hepatitis A para el hombre son:
  • Ingerir alimentos contaminados por heces de animales o de personas portadores del virus (por ejemplo, a través de la toma de productos frescos como frutas o verduras que no han sido correctamente lavados o tratados)
  • Beber agua contaminada con heces portadoras del virus (en las áreas del mundo donde la higiene o las condiciones sanitarias son deficitarias)
  • Por contacto con manos contaminadas con heces portadoras del virus (por ejemplo al cambiar un pañal o en personas con mala higiene manual después de la defecación)
  • Por contacto sexual anal con persona infectada por el virus.
  • Las personas infectadas por el virus pueden trasmitir la enfermedad desde el momento en que fueron infectados por el virus hasta dos semanas después de que aparezcan los primeros síntomas de enfermedad. Personas inmunodeprimidas pueden trasmitir la enfermedad hasta seis meses después de haber sido infectados por el virus.
Síntomas de la enfermedad

La hepatitis A puede ser asintomática, especialmente en niños. Cuando es sintomática, los principales síntomas que pueden aparecer son:
  • Cansancio
  • Fiebre elevada
  • Molestias abdominales
  • Síndrome gripal (tos, estornudos, escalofríos, dolores óseos o articulares generalizados)
  • Picor de la piel
  • Cambio de coloración de la piel y las mucosas (coloración amarillenta)
  • Cambio en la coloración de las heces (heces blanquecinas).
Diagnóstico de la enfermedad

El diagnóstico de la hepatitis A es realizado por el médico general o internista en la consulta del centro médico u hospital.

El diagnóstico se basa en la exploración física del paciente, la sintomatología que presenta y el resultado de los estudios complementarios que se realicen entre los que destacan una analítica de sangre y una ecografía hepática que deben mostrar signos de inflamación hepática y/o la presencia del virus o de anticuerpos frente a él en la sangre.

Tratamiento de la enfermedad

El tratamiento de la hepatitis A es sintomático.

En la mayoría de las ocasiones el tratamiento se realiza de forma ambulatoria, con reposo en cama y medicación para los síntomas que el paciente pueda presentar.

Se recomienda una buena hidratación mediante la ingesta de abundantes líquidos y evitar la toma de productos tóxicos que puedan aumentar la inflamación del hígado como el alcohol o determinados fármacos como el paracetamol entre muchos otros. Debe realizarse una dieta pobre en grasas para evitar vómitos y problemas digestivos.

Los casos graves en los que se objetivan signos de insuficiencia hepática (alteración de su función) requieren de ingreso hospitalario para su tratamiento.

Pronóstico de la enfermedad

En general la hepatitis A es una enfermedad benigna, autolimitada y que cura sin dejar secuelas.

Los pacientes quedan libres de síntomas en un plazo de entre 3 y 6 meses. La hepatitis A no cronifica ni existe estado de portador del virus.

Las complicaciones graves de la enfermedad como fallo hepático o el fallecimiento son excepcionales en personas previamente sanas.

Prevención de la enfermedad

La hepatitis A puede prevenirse mediante el uso de la vacuna frente al virus de la hepatitis A.

Las personas que viajen a países subdesarrollados o endémicos para la hepatitis A deben recibir información en los centros de vacunación internacionales antes de iniciar su viaje.

Sindrome de malabsorcion intestinal

Definición

Dificultad o pérdida de la capacidad del intestino delgado para la normal absorción de uno o más nutrientes durante el proceso de la digestión.
Cómo se produce la enfermedad

El síndrome de malabsorción puede producirse por causas que afecten directamente al intestino delgado o por causas que sin afectar al intestino, alteran el proceso normal de la digestión.

Entre las causas más frecuentes de malabsorción que afectan al intestino delgado se encuentran:
  • Lesiones de la mucosa intestinal (por infecciones, parásitos, enfermedades inflamatorias o autoinmunes, lesiones tumorales, intolerancias, etcétera)
  • Disminución de la superficie de absorción intestinal (tras cirugía, radioterapia, etcétera)
  • Lesiones o déficits vasculares intestinales que impidan el paso de los nutrientes absorbidos a la sangre.
Entre las causas más frecuentes de malabsorción que no afectan directamente al intestino delgado se encuentran:
  • Enfermedades del páncreas, hígado, vías biliares, esófago o estómago.
  • Déficit de uno o varios enzimas digestivos
  • Enfermedades sistémicas como diabetes, alteraciones del tiroides o de la paratiroides, tumores, etcétera.
  • Uso de fármacos que provocan lesión de la mucosa intestinal o que bloquean selectivamente la absorción de uno o más nutrientes.
Síntomas de enfermedad

El síndrome de malabsorción puede se asintomático o pasar desapercibido en las fases iniciales del mismo.

En muchas ocasiones los primeros síntomas son los de la propia enfermedad o alteración causante del síndrome de malabsorción.

Las manifestaciones más frecuentes del síndrome de malabsorción son síntomas inespecíficos como diarrea, distensión abdominal, meteorismo, malnutrición, pérdida de peso, astenia.

En otras ocasiones, los síntomas varían en función del tipo de nutriente que no puede ser absorbido:
  • Malabsorción de hidratos de carbono: provoca diarrea crónica, meteorismo y distensión abdominal.
  • Malabsorción de grasas: provoca heces voluminosas y malolientes, déficit de absorción de vitaminas liposolubles como vitamina K (su déficit favorece el sangrado), vitamina A (su déficit produce alteraciones de las mucosas, dermatitis), vitamina D (su déficit provoca raquitismo, debilidad ósea) o vitamina E (su déficit produce alteraciones de las mucosas, alteraciones visuales)
  • Malabsorción de proteínas: provoca pérdida de peso, pérdida de masa muscular, ascitis, edemas, ruptura de membranas celulares y pérdida de sus funciones.
  • Malabsorción de vitamina B12: su déficit provoca anemia o alteraciones neurológicas.
Diagnóstico de la enfermedad

El diagnóstico del síndrome de malabsorción es realizado por el médico general, el internista o el especialista en patología digestiva en la consulta del centro médico u hospital.

El diagnóstico se basa fundamentalmente en:

Exploración física adecuada del paciente

Sintomatología que presenta

Resultado de los estudios complementarios que se realicen entre los que destacan una analítica de sangre completa para demostrar déficits específicos, un análisis de las heces, un estudio nutricional y diferentes estudios complementarios dirigidos a descartar las posibles causas de malabsorción.
Tratamiento de la enfermedad

El tratamiento debe ir dirigido a tratar la causa que está provocando la malabsorción.

En algunas ocasiones es necesario un aporte extra en la dieta o bien en forma farmacológica de aquellos nutrientes que no son absorbidos para evitar las complicaciones asociadas a su déficit o la malnutrición.

Prevención de la enfermedad

Corregir aquellos factores evitables responsables de la malabsorción.

Realizar una dieta equilibrada, evitando el consumo de tóxicos, fármacos o antibióticos que puedan modificar la flora intestinal o provocar daño de la mucosa intestinal

Realizar controles médicos habituales y seguir las indicaciones de su médico habitual en aquellos pacientes que presentes enfermedades del aparato digestivo.

Hernia inguinal

¿Qué es?

Una hernia inguinal es la salida o protrusión del contenido de la cavidad abdominal (generalmente las asas del intestino) a través de un defecto en la pared muscular de la zona inguinal. Es el tipo de hernia más frecuente (aproximadamente el 75% de todas las hernias del abdomen).

Se habla de hernia inguinal indirecta cuando el contenido abdominal se desplaza hacia el escroto (más frecuente en niños o jóvenes) o de hernia inguinal directa cuando protruye en la ingle (en edades más avanzadas).

¿Cómo se produce?

La aparición de una hernia inguinal se asocia a factores congénitos (es decir de nacimiento) como es la debilidad de la pared muscular o persistencia de un defecto de cierre que facilita la salida de las asas del intestino por la región inguinal y a factores adquiridos predisponentes. Entre estos últimos se han descrito: obesidad, embarazo, sobreesfuerzos físicos que impliquen sobrecarga de la musculatura abdominal (levantamiento de pesos, estreñimiento y tos crónicos), edad avanzada.

Síntomas

El paciente nota un abultamiento en la zona inguinal, que se hace especialmente evidente con los esfuerzos, y que disminuye o desaparece con el reposo o al tumbarse. Puede aparecer dolor local y si la hernia es muy grande provocar molestias e incomodidad. Las molestias que producen las hernias siempre son mayores al final del día y se alivian por la noche cuando el paciente se acuesta y se reduce la hernia.

Cuando el contenido de la hernia se puede reintroducir fácilmente en el abdomen se habla de hernia reductible. Si esto no es posible se habla de hernia no reductible. En estos casos se corre el riesgo de que la hernia se estrangule, es decir , que la hernia queda atrapada en la pared muscular, produciéndose un compromiso de la vascularización y por consiguiente una lesión del contenido abdominal. Ello provoca un cuadro de dolor muy importante y es una urgencia médica. El bulto inguinal aparece duro y tenso al tacto, y no se puede reintroducir en el abdomen. Generalmente aparecen también náuseas y vómitos, y puede haber distensión del abdomen. Si no se recibe atención médica urgente en pocas horas el intestino se puede perforar por falta de riego sanguíneo, y causar una infección abdominal generalizada (peritonitis).

Diagnóstico

El diagnóstico se basa en la exploración directa que permite ver el tamaño de la hernia y si ésta es o no reductible.

Tratamiento

El tratamiento definitivo de la hernia es la cirugía. En general se indica tratamiento quirúrgico para la mayoría de los pacientes excepto en aquellos casos de gran riesgo quirúrgico o en personas de edad avanzada que no tienen ningún síntoma.

La cirugía consiste en la reintroducción del contenido herniario dentro de la cavidad abdominal y la reparación o reforzamiento de la musculatura de la pared. Este procedimiento se conoce como herniorrafia. La cirugía se puede realizar abierta, es decir, realizando una incisión en la ingle o por vía laparoscópica. En la cirugía por laparoscopia se realizan una serie de pequeños cortes en el abdomen inferior a través de los cuales se introduce una pequeña cámara (laparoscopio) y los instrumentos quirúrgicos y se repara la hernia.

Existen diferentes técnicas para la reparación de la hernia, en algunos casos es necesario poner una malla artificial o tejidos del cuerpo (como músculos) para restaurar el defecto de la zona de la pared abdominal. La reparación con malla está especialmente indicada en hernias grandes, hernias directas bilaterales y hernias reproducidas. Por el contrario, existe un pequeño riesgo de infección o rechazo de la malla.

La cirugía suele ser ambulatoria o no requerir hospitalización más de 24 horas. Tras ésta puede aparecer sensación de tirantez, dolor y hematomas inguinales, que generalmente se resuelven en las semanas siguientes. La reincorporación a las actividades habituales se produce entre las 2 y 4 semanas, si bien es recomendable evitar los grandes esfuerzos durante 8 semanas. En un pequeño porcentaje de casos la hernia puede volver a reproducirse, sobre todo en pacientes de edad avanzada.

Prevención

Evitar los factores descritos como obesidad y esfuerzos excesivos para la musculatura abdominal pueden ayudar a prevenir el desarrollo de la hernia.

Apendicitis

¿Qué es?

La apendicitis es la inflamación del apéndice. El apéndice es un órgano formado por tejido intestinal, de pequeño tamaño y forma alargada de saco, situado en la unión entre el intestino delgado y el intestino grueso. Su función se desconoce. El apéndice se localiza en la parte inferior derecha del abdomen.

¿Cómo se produce?

En la apendicitis se produce una obstrucción de la luz del apéndice debido a una acumulación de comida, heces u otras causas como un tumor, una enfermedad intestinal o un cuerpo extraño. La obstrucción favorece un crecimiento bacteriano y por tanto una infección. Con la inflamación se ve afectada la vascularización lo cual puede llegar a producir que el apéndice se gangrene y se perfore, provocando una infección abdominal generalizada denominada peritonitis.

Síntomas

La apendicitis puede aparecer a cualquier edad pero es mucho más frecuente en las personas jóvenes (menores de 30 años).

El síntoma principal de la apendicitis es el dolor abdominal. Es habitual que comience como un dolor sordo alrededor del ombligo, que a medida que el cuadro progresa, se va localizando en la zona del apéndice (abdomen inferior derecho). El dolor suele acrecentarse con la tos, el ejercicio y los movimientos. Es frecuente también la pérdida de apetito, náuseas, vómitos y fiebre. El vómito suele ser posterior al dolor.

Si no se interviene a tiempo el apéndice inflamado puede romperse dando lugar a una infección grave generalizada del abdomen conocida como peritonitis. La peritonitis requiere atención médica urgente.

Diagnóstico

El diagnóstico se basa principalmente en los síntomas y en la exploración abdominal. Al palpar el abdomen aparece dolor sobretodo en la zona del apéndice y de forma característica al levantar la mano súbitamente después de presionar con suavidad el área inferior derecha del vientre. Pueden ser útiles una analítica en sangre que muestra una elevación de los glóbulos blancos (indicativos de infección) y un análisis de orina (para descartar infección urinaria como causa del dolor).

Respecto a las pruebas de imagen las más utilizadas son la ecografía abdominal y el TAC abdominal (especialmente en pacientes con dolor abdominal y síntomas poco claros).

La confirmación diagnóstica vendrá dada por la visión directa del apéndice inflamado durante la cirugía.

Tratamiento

El tratamiento de la apendicitis consiste en resecar el apéndice mediante cirugía. Es una operación sencilla denominada apendicectomía. Si no se demora el tratamiento los resultados y el pronóstico es excelente. Se administran antibióticos previos a la intervención. Se suele realizar mediante cirugía abierta.

En caso de retraso del tratamiento la inflamación puede progresar con rotura del apéndice dando lugar a una infección localizada (absceso) o generalizada en la cavidad abdominal (peritonitis). La peritonitis es una enfermedad grave que requiere tratamiento urgente con cirugía, antibióticos y líquidos intravenosos.

Prevención

La única prevención posible de la enfermedad es la extirpación del apéndice de manera profiláctica, es decir, sin que haya apendicitis. Esto se realiza aprovechando otras intervenciones quirúrgicas de la cavidad abdominal o en personas que pasan largas temporadas aislados para evitar el problema (como marineros o montañeros).

Intestino irritable (colon)

Definición

Síndrome crónico caracterizado por la presencia de molestias abdominales y cambios del ritmo intestinal en el que se alternan episodios de diarrea y de estreñimiento, que se presenta en forma de crisis más o menos frecuentes y en el cual se ha descartado una causa orgánica que lo justifique.

Cómo se produce la enfermedad

No se conocen los mecanismos implicados en el desarrollo del colon irritable, como factores favorecedores se aceptan:
  • Alteraciones de la motilidad intestinal de causa no conocida
  • Hipersensibilidad gástrica o intestinal a factores psicológicos o al estrés.
  • Intolerancias alimentarías
  • Alteraciones hormonales
  • Factores genéticos
Síntomas de enfermedad

Los síntomas más frecuentes del síndrome del intestino irritable son:
  • Molestias abdominales inespecíficas
  • Dolor abdominal de intensidad leve o moderada tipo cólico (agudo) que mejora tras la defecación
  • Necesidad o deseo de defecar
  • Meteorismo (gases intestinales)
  • Distensión abdominal
  • Cambios del ritmo intestinal con episodios en los que predomina la diarrea alternando con episodios en los que predomina el estreñimiento.
  • Náuseas o vómitos.
Diagnóstico de la enfermedad

El diagnóstico del síndrome del intestino irritable es realizado por el médico general, el internista o el especialista en patología digestiva en la consulta del centro médico u hospital.

El diagnóstico consiste en la exclusión de otras enfermedades que puedan dar los mismos síntomas y en descartar la presencia de una causa orgánica que sea responsable de los síntomas que presenta el paciente y se basa principalmente en:
  • Exploración física del paciente
  • Sintomatología que presenta
Resultado de los estudios complementarios que se realicen como analítica de sangre, orina y heces; estudios por imagen, endoscopia o toma de biopsia entre otros; todos los resultados deben ser normales.

Tratamiento de la enfermedad

El síndrome del colon irritable es un proceso crónico, que cursa en forma de crisis más o menos frecuentes y que no tiene tratamiento curativo pero sí sintomático.

Los posibles tratamientos actuales incluyen:

1-Medidas dietéticas:
  • Evitar los alimentos o las bebidas que desencadenen o empeoren los síntomas
  • Evitar el consumo de tóxicos como alcohol o tabaco
  • Incluir cereales con salvado en la dieta diaria que faciliten la formación y eliminación de las heces
  • Evitar las comidas copiosas o muy condimentadas
  • Evitar las bebidas gaseosas y los alimentos flatulentos
  • Aumentar la ingesta de fibra (frutas y verduras) en los períodos de estreñimiento y evitar los lácteos o los excitantes (café, té, chocolate..) en los períodos de diarrea
  • Evitar las situaciones de estrés
2-Realizar ejercicio físico habitual

Ya que ayuda a regular el tránsito intestinal.

3-Fármacos:

Durante las crisis puede pautarse tratamiento sintomático: antidiarreicos, laxantes, estimulantes de la movilidad intestinal, analgésicos, ansiolíticos, etcétera.
Prevención de la enfermedad

El paciente debe conocer su enfermedad y evitar aquellos factores que pueden desencadenar las crisis o brotes de enfermedad.

Las posibilidades actualmente disponibles incluyen:

- Medidas higiénico-dietéticas:
  • Evite temporalmente aquellos alimentos y bebidas que desencadenen o empeoren sus síntomas (tabaco, café, especias, alcohol, tónica, sopas de sobres, cacao, derivados lácteos, quesos, yogurt, bollería, pasteles, helados, mantequilla,...)
  • Utilice suplementos de Salvado de Trigo: 4 a 8 cucharadas al día, mezclados con líquidos o alimentos.
  • Evite comida copiosas, son preferibles comidas más frecuentes y menos abundantes.
  • Evite las bebidas con gas y los alimentos flatulentos como:  col, garbanzos, lentejas, cebollas, puerros, guisantes, frutos secos y en conserva.
  • Evite, en lo posible, las situaciones que le pongan nervioso o estresen
  • Si predomina el estreñimiento habrá que aconsejar el aumento en la ingesta de fibra (frutas, verduras, cereales, ensaladas, ...). Si lo que predomina es la diarrea evite los derivados lácteos, café, té y chocolate.
Realice ejercicio físico adecuado a su edad y evite el sedentarismo.

- Fármacos: sólo cuando la intensidad de los síntomas así lo aconseje, dirigidos a controlar el síntoma predominante y durante un periodo limitado de tiempo. Pueden ser inhibidores de los espasmos (espasmolíticos), estimulantes de la motilidad (procinéticos), antidiarreicos, laxantes, antidepresivos y ansiolíticos.

- Otras: psicoterapia, acupuntura e hipnoterapia.

Fisuras anales (Fistulas)

Definición

Úlcera de pequeño tamaño con lesión longitudinal en su interior que suele estar localizada en la mucosa anal cerca de orificio anal.

Cómo se produce la enfermedad

La mayoría de las fisuras anales son de origen desconocido aunque el estreñimiento crónico es el factor que con mayor frecuencia se asocia a la aparición de una fisura anal.

Otros posibles factores asociados son todos aquellos que impliquen una irritación o una lesión de la mucosa anal como diarreas ácidas prolongadas, traumatismos, quimioterapia, radioterapia colorectal, cirugía anorectal, enfermedades inflamatorias intestinales como la colitis ulcerosa o el Crohn, la tuberculosis intestinal, la diverticulitis o los tumores.

Sintomatología de la enfermedad

La fisura anal en función de su tamaño y localización puede ser asintomática.

Cuando es sintomática, puede manifestarse en forma de:
  • Síntomas inespecíficos como picor o escozor anal.
  • Dolor anal agudo e intenso con la defecación (que puede durar de minutos a varias horas) y leve sangrado al final de la deposición.
Diagnóstico de la enfermedad

El diagnóstico de la fisura anal es realizado por el proctólogo o el cirujano general en la consulta del centro médico u hospital.

El diagnóstico se basa fundamentalmente en:
  • Exploración física adecuada del paciente
  • Valoración de la sintomatología que presenta y de sus antecedentes de enfermedad
  • Resultado de los estudios complementarios que se realicen, generalmente una inspección anal mediante tacto rectal; una anoscopia o una ecografía endoanal para visualizar las lesiones.
  • Realización de otros estudios complementarios en función de los hallazgos encontrados tras la correcta valoración del paciente para diagnosticar posibles enfermedades asociadas.
Tratamiento de la enfermedad

La primera opción de tratamiento de la fisura anal es el tratamiento conservador mediante:
  • Medidas higiénico-dietéticas como: evitar el estreñimiento con una dieta rica en fibra o bien con la toma de incrementadores del volumen de las heces. Baños de asiento con agua templada durante 10-15 minutos después de cada deposición.
  • Tratamiento farmacológico como: aplicación de tratamientos tópicos a base de pomadas o cremas que contengan anestésicos locales o antiinflamatorios para tratar el dolor. Aplicación local de pomadas de nitroglicerina o de inyecciones locales con toxina botulínica que relajen la musculatura del esfínter anal favoreciendo el paso de las heces y la cicatrización de la fisura.
  • Cuando las medidas anteriores fracasan o se trata una fisura de larga evolución el único tratamiento posible es el tratamiento quirúrgico encaminado a facilitar la relajación del esfínter anal o a disminuir su contracción para favorecer la cicatrización de la fisura anal.
Prevención de la enfermedad

Medidas higiénico dietéticas como una correcta alimentación, el ejercicio físico habitual, evitar el estreñimiento y el consumo de picantes o de sustancias tóxicas como el tabaco, aumentar la ingesta de líquidos que hidraten las heces y faciliten su expulsión y evitar el abuso de los laxantes; contribuyen a la cicatrización de la fisura y a evitar su reaparición.

Los supositorios de glicerina pueden ayudar a la expulsión de heces duras no hidratadas en los períodos de estreñimiento.

Los pacientes con enfermedad que favorezca la formación de fisuras anales deben seguir control médico habitual.
 

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